El mejor legado que nos dejan nuestros abuelos no es material, sino son vivencias y enseñanzas, valores que seguiremos teniendo presentes a pesar del tiempo que pase.
Los abuelos nunca se van. Se vuelven invisibles, velan nuestros sueños y habitan en nuestro corazón. Y aunque la mayoría de las veces los echemos de menos y daríamos lo que fuera por verlos de nuevo, también sabemos que así es la vida.
Su partida es la primera despedida más dura a la que nos enfrentamos, y sin importar la edad, siempre nos sentiremos como niños al decirles adiós y no verlos volver nunca más.
Aunque quisiéramos escuchar sus historias, sentir sus caricias o ver sus ojos llenos de ternura, lamentablemente, nos toca verlos envejecer y luego, partir de este mundo.
Los abuelos llegan a la vida de los niños en forma de guía, que con amor y cuidado les ayudarán a recorrer su camino, y en la mayoría de las ocasiones, se convierten en cómplices eternos.
Ellos saben cómo enseñar a tener paciencia, pues lo hacen a través de apapachos y demostrando su apoyo. Antes que cuestionar o retar, los abuelos saben brindar abrazos.
Los abuelos son tan importantes en la vida de las personas, que gracias a ellos los niños aprenden a comunicarse de manera diferente y expresar sus emociones.
Esto sucede porque los abuelos enseñan a través de sus historias y conocimientos, lo que les permite a su nietos ver las situaciones desde otra perspectiva.
Los abuelos enseñan a disfrutar las cosas simples y a encontrar la felicidad en ellas, y en todas sus actividades su ingrediente secreto siempre es el amor. Además, cuentan con una amplia variedad de cuentos y canciones populares, juegos y anécdotas.
Hay personas que tienen la fortuna de llegar a la edad adulta y aún contar con los sabios consejos y el cariño de sus abuelos. Sin embargo, muchas otras tuvieron que afrontar su partida en la infancia.
En esa edad en la que aún no se entiende una pérdida, los adultos tratan de explicarlo de una manera equivocada, intentando convertir le situación en una historia surreal, y muchas veces consideran que un niño no pasa una etapa de duelo.
Los abuelos no se van, nos acompañan en nuestras aventuras y son la luz que nos alumbra cuando todo se pone gris. Se quedan habitando en nuestros corazones.
Los abuelos siempre sacan tiempo para dedicarle a sus nietos y aunque no vivan en la misma casa, siempre encuentran la manera de entregarle su inmenso amor a sus ‘pequeños’.
Por eso, cuando llega el difícil momento en que debemos enfrentar su deceso, saber hablarlo con los pequeños de la casa es muy importante.
Y aunque no hay una formula para que no duela, honrar a sus seres queridos es la mejor manera para que su recuerdo perdure para siempre, a través de un abrazo, una caricia, el juego que solían compartir o un helado en el paseo por el parque.
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