A todos nos ha pasado que nos enamoramos de un amor imposible, ¿acaso hay algo más deprimente que amar contra viento y marea a una persona que sabemos que jamás nos va a corresponder?.
Sabiendo que esa persona no nos va a pelar seguimos persiguiendo a esa persona. En teoría, este tipo de impulso amoroso entraría en contradicción con las visiones evolucionistas de las relaciones de pareja.
Sin embargo ¿Por qué nos enamoramos? El atractivo físico, la simpatía, la inteligencia de la otra persona influyen en un grado u otro, así como esos elementos intangibles (¡las hormonas!) que también determinan de quién caemos prendados y de quién no. En muchos casos, la llamada ansiedad afectiva juega un papel importante: aquellos que la sienten necesitan estar continuamente cerca de su objeto de deseo para reafirmarse, especialmente si su autoestima es baja. La negación de la posibilidad de dicha proximidad (física o emocional) haría que la ansiedad aumentase, incluso, como señalan los psicólogos Cindy Hazan y Philip R. Shaver, hasta niveles enfermizos, lo que aumentaría la necesidad de buscar esa satisfacción que sólo se obtiene mediante la retroalimentación con la persona deseada.
El psicólogo Roy Baumeister de la Universidad de Florida y la profesora de marketing Kathleen D. Voss de la Universidad de British Columbia, podemos analizar nuestros comportamientos amorosos utilizando los mismos criterios que emplearíamos a la hora del analizar el mercado, nos encontraríamos con que el equivalente de una persona inalcanzable sería un objeto de lujo. Y, por lo tanto, tan valioso como difícil de conseguir.
Otra de las visiones que puede explicar estos impulsos es la del “amor platónico”. En un sentido más estricto, dicho concepto debería aplicarse únicamente a las relaciones en las que no se produce ningún contacto sexual, aunque sí pueda existir una relación emocional.