Sí, duele cuando alguien se va de nuestra vida, aunque nos la haya hecho terrible.
Cejas perfectas según tu rostro
Llega la añoranza, la pesada melancolía, en ocasiones acompañada de cierta liberación por haber cerrado un ciclo, pero no deja de sentirse feo. Su recuerdo aparece cuando menos lo esperas: lo sueñas, lo piensas y no dejas de preguntarte cómo sería su relación ahora.
Incluso puedes estar saliendo con alguien nuevo, pero la imagen de tu ex empaña el panorama y no ves ni disfrutas el presente. ¿Qué pasa contigo?
– ¿En qué lo convertiste?
Por ahí dicen que nos enamoramos no de las personas, sino de lo que somos cuando estamos a su lado. Y cuando ese objeto de nuestro afecto se va, tenemos que rediseñarnos, casi recogernos como migajas. Entonces, en la pérdida de ese “cacho” de nosotras dotamos a nuestra pareja del pasado de atributos y virtudes que nunca tuvo, o sea, meros espejismos.
Hasta esos errores que detestabas (como que orinara la dona del escusado, eeew), ahora los ves como algo tolerable. Es tan poderosa esta protección que terminamos por creer que es real. Y extrañamos lo que consideramos que él era y lo bueno que nos hacía sentir.
– Sacúdetelo ¡ya!, tú eres tú
Hablamos en serio, no eres una relación ni lo que implica (como tener con quién ir a una fiesta o a quién presumir a tus amigas), ni los viajes que hiciste con él: tú eres tú y eres mucho más que todo eso. Cuando empieces a concientizarlo y a dejar de verlo como la razón de tu vida, dejarás de tratar de sustituirte o de cubrir el espacio con la imaginaria autodefensa.
– Dale su justa medida
Seguro tienes mil cosas buenas por las cuales recordarlo, pero también aspectos que de algún modo no te permitieron tenerlo en tu vida. Sí, hablamos de las razones por las que terminaron.
Quédate con el aprendizaje y lo positivo, pero no dejes de ver lo que los separó, no para llenarte de rencores, sino para ser objetiva.
– La cómoda miseria
No estás loca, pero (como todas) has crecido en una sociedad en la que nos han enseñado a casi aplaudir el sufrimiento. Nos acostumbramos a que las situaciones o las relaciones dañinas o sin bienestar son lo común (como si nos dieran un premio por aguantar personas o experiencias horrendas). Y cuando no tenemos la dosis de miseria, la extrañamos. ¿Cómo salir de ella? Abriéndote a merecer. Despídete de la catástrofe, ¿no te has cansado de estar ahí?
– Acepta que mereces más
El merecimiento es comprender que vales demasiado como para continuar en una experiencia que te roba la paz. Con todas tus células, compréndelo y deja de revolcarte en el viejo dolor o en las situaciones que “pudieron ser”.
– Desarrolla una nueva visión
Olvidar, lo que se dice hacerlo, es imposible. Pero sí es factible dejar ir a la gente. Ya no luches, véncete. Date cuenta de que las cosas fueron como tenían que ser. Esa visión no es de derrota, sino de aceptación.
– Despídete bien
Date un día, unas horas, pero no más, para decirle adiós. No tienes qué verlo. Háblale a su foto o al aire, pero saca todo. Que no te importe gritar o llorar. Si los vecinos piensan que enloqueciste es su problema. “Dile” lo que sientes, lo que te dolió, lo feliz que te hizo; cada sentimiento o recuerdo que surja.
Será toda una catarsis. Cuando sientas que ya salió todo, cierra los ojos e imagina que “cortas” los lazos que los unían. Y déjalo ir, en paz, deseándole lo mejor. Imagina que se aleja y se despiden.
– Desenreda
La única manera de continuar con una nueva relación o salir con alguien distinto es dejar de buscar lo que crees que tenías con tu ex. No te confundas a ti misma con información de uno y otro. Haz espacio para que personas mejores se acerquen. Y, cuando te encuentres lista, ¡que vengan los galanes!
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