Robert Hoge, nació con un tumor del tamaño de un puño justo en medio de la cara, y desde ese momento su vida cambió, pues su rostro comenzó a deformarse conforme el tumor crecía, a tal grado que sus ojos se ensancharon y su nariz terminó aplastándose.
Los años pasaron y Hoge asimiló que su físico es sólo una parte de sí mismo; sin embargo, se enfrentó a las miradas y las críticas de cientos de personas, que gracias a su madurez fueron siendo insignificantes en su vida.
Ahora, Robert sabe que es difícil enfrentarse a este proceso que le tocó experimentar y sabe que la forma en que lo ven los demás es algo que ya no pega en su espíritu, pues asegura que el verse al espejo todos los días es una manera de aceptar que es feo.
«El primer problema en torno a la fealdad es fingir que no existe», asegura este hombre, quien dio una entrevista a la revista Time. Y lo más importante es aceptarse tal y como somos, así lo que digan los demás no tomará importancia alguna. Y podemos ver que este hombre sigue con su vida y construyó una linda familia.