Cuando todas las experiencias que se tienen se viven en pareja, llega un punto en que no hay nada nuevo de qué hablar. Tener amigos propios, intereses individuales, actividades independientes de la pareja, es conveniente tanto para la persona como para la relación, da temas de conversación, propicia nuevas actividades, nuevos amigos, en resumen, enriquecen la cotidianidad.
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Modificar rutinas
Las rutinas prevalecen porque son cómodas, pero se pueden volver automáticas y por lo tanto pierden la emoción. Romperlas es más fácil de lo que se cree. Es darle espacio a la espontaneidad, atreverse a hacer propuestas fuera de lo común y cambiar la comodidad por la acción.
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Interesarse por lo que hace el otro
Los hobbies, gustos, intereses y el conocimiento del otro, pueden aportarle mucho al universo propio. Siempre habrá un ángulo de lo que el otro hace, que puede generar curiosidad en la pareja. No es decir simplemente “no me gusta el fútbol” sino intentar comprender por qué le gusta al otro. Con esta actitud se vencen prejuicios y se amplían horizontes. Además, se crean espacios para compartir.
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Una buena relación sexual
En la sexualidad influyen la biología, pero también la psicología de ambos. El estrés y el cansancio diarios no son los mejores acompañantes para una relación. La risa, por el contrario, distensiona y permite un acercamiento más tranquilo. Buscar o crear ambientes adecuados (también emocionales) y evitar los encuentros “automáticos” son buenas formas de mantener una relación dinámica y emocionante. Preparar la comida juntos, sin prisa y anunciándolo de antemano de manera que ambos estén en la misma tónica, es una buena manera de disponerse para el sexo.
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Ser amigos
Antes que ser pareja, es importante que ambos sean amigos. La vida no puede convertirse sólo en obligaciones y responsabilidades. Se está construyendo una vida y un futuro en común, pero también se necesitan espacios de distensión, de ocio, de diversión y picardía. Ser compinches de pequeñas locuras, crea un vínculo fortísimo y gratificante.