Los obreros de la ciudad empezaron a cortar a golpe de sierra eléctrica los 37 paneles que protegen las barandillas, que serán sustituidos por paneles transparentes que se están realizando a medida y que se colocarán a partir de octubre en el puente.
«¡Se acabaron los candados!», declaró alegremente el teniente de alcalde, Bruno Julliard, que añadió que eran «algo malo para la estética de la construcción, además de un deterioro de la estructura», e invitó a los turistas a seguir declarando su amor en la ciudad, pero de otra forma que no implique «degradar el patrimonio municipal».
Todavía no está muy claro qué sucederá con los candados retirados, aunque Julliard quiso tranquilizar a los enamorados que dejaron su marca en el puente, adelantando que están pensando en las distintas formas de reciclarlos, para lo que en un primer momento serán almacenados en un depósito.
El ayuntamiento de la ciudad tomó está decisión después de que, el pasado junio, una de las rejas de la barandilla cediera ante el peso de los cerrojos, algo que supone un peligro tanto como para los paseantes del puente como para los barcos que navegan por debajo.
No se conoce muy bien el origen de esta tradición que prolifera en muchas capitales, aunque en París se puso de moda en el 2008, a raíz de la novela «Ho voglia di te» (Tengo ganas de ti) de Federico Moccia, en la que los personajes principales colocaban un cerrojo en el «Ponte Milvio» de Roma.