En uno de los más originales intentos de robo a un banco, una mujer intentó alzarse con el dinero de una caja amenazando al empleado con una bombita de olor.
La ya de por sí poco creíble historia de los explosivos se hizo trizas cuando la mujer en la excitación del robo golpeó el paquete sobre el mostrador. Ahí se reveló la verdadera naturaleza de la amenaza.
Después del ruido a vidrios rotos el banco se empezó a llenar de una pestilencia que obligó a todos -incluida la asaltante que no obtuvo recompensa alguna por su esfuerzo- a huir hacia el exterior en busca de una bocanada de aire fresco.